Por Marina Hemonet, traducido y adaptado por Beatriz González (recuperado de AD España)
Arte africano contemporáneo: Joël Andrianomearisoa diseña y lidera Hakanto Contemporary, un centro que promueve el arte malgache
Cuando era niño, de lo único de lo que estaba seguro era de que, de mayor, quería dedicarme a hacer y dibujar formas; muchas y diferentes. Con tejidos, con objetos o con imágenes”, revela Joël Andrianomearisoa (Antananarivo, 1977). “Estoy convencido de que el mundo de la creación nunca puede conjugarse en singular”, añade.
Ya de adolescente se matriculó en la École Spéciale d’Architecture de París. “La arquitectura me interesaba porque, en aquel momento, tenía la impresión de que era una materia de estudio tan estructurada como libre. Cuando proyectas, hay espacio para la reflexión, pero la forma es siempre el objetivo final”. En el año 2003, con la carrera terminada, el mundo del arte entró en escena, gracias a una serie de encuentros extraordinarios con creadores de todo el mundo. En 2019, de hecho, Andrianomearisoa fue seleccionado para representar a Madagascar en la Bienal de Venecia, donde presentó una imponente instalación de papel de seda negro titulada He olvidado la noche. O lo que es lo mismo: un gran avance para un país africano con poca visibilidad en el mundillo.
Una plataforma para el arte local
Cinco años más tarde, en 2020, dio un paso más al inaugurar Hakanto Contemporary, un espacio dedicado al arte africano contemporáneo, más concretamente al malgache, y a la escena joven local, que ha puesto en marcha con el apoyo del empresario y mecenas Hasnaine Yavarhoussen. “Muchos artistas de la isla quieren hacer cosas, pero no hay suficientes plataformas; de ahí la importante misión que tiene Hakanto Contemporary”, ubicado en un hangar de los años 80, con techos de ocho metros de altura y casi 2.000 metros cuadrados de superficie.
Andrianomearisoa, responsable de la dirección artística, ha rediseñado los volúmenes a partir de lo que ya existía, jugando con el aspecto industrial y añadiendo gruesos monolitos de hormigón para crear diferentes sentidos de circulación y recorridos. Cualquiera que haya visitado Madagascar comprenderá mejor lo revolucionario de haber convertido un almacén en un centro de arte. El hall del edificio, abierto y descomunal, invita a explorar libremente estancias y pasillos de un edificio que alberga exposiciones, oficinas, una biblioteca y, dentro de dos años, una cafetería.
Algo que perdure en el tiempo
Citando a Peter Zumthor como una de sus influencias, el enfoque arquitectónico de Joël Andrianomearisoa es minimalista y radical. Los muebles, esculturales, también han sido diseñados por él. “Desde que cumplí los 40, he hecho muchas instalaciones efímeras, como colocar grandes esculturas en el Palais de Tokio o colgar luces de neón en una fachada de Nueva York. Sin embargo, también necesito hacer algo que perdure y que esté fuera del ámbito del arte. Todos estos muebles ya llevaban tiempo en mi cabeza y son la prueba de ese anhelo”, dice. Esta mezcla de disciplinas –arte, diseño y arquitectura– también está presente en su casa de Antananarivo, la capital de Madagascar, situada en la zona central de la isla.
Una arquitectura inusual
El hogar de Joël es una residencia tradicional de principios del siglo XX a la que el propio artista ha añadido una ampliación actual, concebida como un monolito de hormigón. El conjunto es bastante llamativo, sobre todo porque este tipo de arquitectura es inusual en las colinas del país. Andrianomearisoa lo diseñó todo: desde las chimeneas hasta las escaleras, pasando por el cuarto de baño y el mueble de porcelana que alberga una colección de vajillas. En el exterior, la vida sucede en una terraza con un aromático árbol tropical. Desde aquí, la vista abarca toda la ciudad
La tercera pieza de una obra total
Muy cerca está su estudio, en el que trabajan unas diez personas y que tiene una estética igualmente minimalista. Distribuido en dos pisos, la construcción de los años 70 incluye una zona de recepción en la planta baja, oficinas y archivos en el nivel superior, así como una biblioteca de materiales con telas de todo el mundo y una zona de prototipos. Los tres espacios –centro de arte, casa y estudio– se complementan mutuamente, como una obra total. “Estos lugares son una especie de demostración de que la arquitectura puede coexistir absolutamente con el arte”, concluye.